Los Visitantes
Por Gonzal OM ontoya
La noche anterior había caído una tremenda tormenta, escuchaba como las ramas de los árboles golpeaban con gran fuerza el cristal de mi ventana, los truenos caían sobre el pueblo y yo esperaba lo peor. Mi esposa dormía sin inmutarle en ningún momento los relámpagos que azotaban sin piedad a todo el valle.
Eran las dos de la mañana y yo esperaba que todo se tratara de un mal sueño, una pesadilla, el sobre lo tenía en mis manos, no quería decirle nada a mi esposa, yo leía y leía el papel. Miraba la ventana pero aquellos relámpagos deslumbraban con gran impacto mis ojos, quería despertarla, abrazarla, llorar entre sus brazos, decirle que la amaba y salir huyendo de ahí, en medio de esa lluvia, dejar todas nuestras pertenencias y jamás regresar.
No podía ser verdad, no podía ser verdad, me hinqué en el piso y tomé con mis dos manos fuertemente mi cabeza, quería gritar pero no podía despertarla, no podía causarle ese daño, se espantaría mucho, tenía que sacarla de la cama y llevarla a un lugar seguro, volvía a suceder una vez más.
Baje inmediatamente al desván, tome mi arma, con destreza y sudor la cargue, la lluvia no paraba, prendí la radio y anunciaban dos accidentes en el kilómetro 65, mi mente enferma y dañada deseaba que fueran ellos. Me senté junto a la puerta y con gran nerviosismo metí el cañón en mi boca estuve así cinco minutos, pero pareció una vida, no podía hacerlo, era mas sencillo ir por mi esposa por los niños tomar el automóvil y salir huyendo. Pero una vida huyendo no era vida, volví a ver la carta esta vez cautelosamente esperando que se tratase de una estúpida y maldita broma. La carta era cruel y despiadada, entonces empecé a experimentar una crisis, las manos comenzaron a darme una terrible comezón, no podía seguir callado, tenía que hablar con mi familia, pero no podía alarmarlos hasta no estar completamente seguro.
El frió era terrible, sin embargo subí inmediatamente al cuarto de baño, me metí a la ducha y abrí la perilla que tenía inscrita palabra cold, no podía ser de otra manera, mi cuerpo sentía como si fuera atacado por hambrientas termitas y yo era el único pedazo de madera vieja que destruir.
Me tire al suelo mientras las gotas heladas caían sobre mi espalda, mi esposa se despertó a causa de mi llanto, no me había dado cuenta pero había gritado tan fuerte que mis dos pequeños hijos estaban ya dentro de nuestra recámara.
Salí envuelto en una bata gris azul, los mire a los ojos y sin ninguna duda, les dije: Están aquí. Mi esposa inmediatamente se abalanzó con gran fuerza a la ventana, la tuve que detener con las pocas fuerzas que me quedaban, mi hijo de ocho años me ayudaba a abrazarla “mamá no te mueras, te necesitamos”.
Eran las 5 AM ya habíamos acostado a los niños en su recámara, mi esposa no concilio el sueño de ninguna manera, el cansancio y el desgaste nos había deteriorado todo el cuerpo, caímos rendidos.
Sin percatarnos las horas pasaron, la neblina bajo al pueblo y nosotros no habíamos salido de la casa como acordamos horas antes, de pronto escuché voces fuera de la casa, salté de la cama, me asome por la ventana, la neblina no me dejaba ver claramente escuchaba voces y se podía visualizar dos camiones enormes “Chiquilagarto, baja esas pinches cajas” Grito uno de ellos, era verdad, no había embuste, la carta era real, lo supe cuando escuche llegar a otro camión, descargue el rifle, no quería cometer una estupidez, desperté a mi esposa: “Están aquí” Dije y subí inmediatamente por mis hijos, entre a su recámara esquive un camión de juguete los abrace envueltos en sus cobijas de transformers y bajé con ellos a la sala, mi esposa ya estaba calentando el coche pero el motor parecía muerto, todo era exactamente como una película de Alfred Hitchcock, eran las 10 AM, eran las putas diez de la mañana, como pude ser tan estúpido y quedarme dormido, subí inmediatamente a la recámara y tomé de nuevo mi rifle, me senté en la cama y miraba por la ventana, un Cadillac negro llegaba, no dude en cargar mi rifle, baje velozmente la escalera y llegue al garaje para encontrarme con mi familia. El coche estaba muerto, nos fuimos a la sala a reunirnos, esperábamos a que entraran por la puerta, yo apuntaba directamente hacia las ventanas, la neblina se hacía densa, mis hijos estaban asustados, todos manteníamos un silencio muerto, no se escuchaban ni nuestros respiros
RIIIIIING, BANG!!!
El maldito teléfono había sonado, eran ellos, el susto fue tal que lance un disparo al techo, no había duda ya, sabían que estábamos dentro de la casa y armados.
Maldito teléfono, maldito teléfono, tome la última carga y BANG mande a chingar a su madre al puto teléfono.
El Cadillac negro era mi ultima prueba que mi vida de aquí en adelante seria un infierno.
DING DONG
Estaban afuera de la puerta, eran ellos, DING DONG
“Abre la puerta, ya estamos aquí” Dijo la mujer.
Era inevitable, mis padres se habían mudado enfrente de nosotros.
2 Comments:
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3:55 p.m.
best regards, nice info »
9:34 p.m.
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